lunes, 15 de octubre de 2007

Dos hombres y un destino


La primera secuencia de la película descoloca: uno espera ver un entretenimiento a mayor gloria de Paul Newman, Robert Redford y Katharine Ross, y se encuentra con una larguísima secuencia, en tono sepia, en la que Redford discute con un tipo de espaldas. Se trata de un primer plano del actor y un recurso que, en una película de Jarmusch, muchos tacharían de inncesario y aburrido.
En este caso el director es George Roy Hill, y consigue una interesante combinación de película para todos los públicos y el cine de autor. La historia real de Sundance Kid y Butch Cassidy es apasionante. En Internet hay numerosas páginas que hablan de sus aventuras en todo el continente americano. En cuanto a la película, hay voces discordantes y no existe un término medio: o la detestas o la consideras un clásico. Personalmente, me inclino por lo segundo gracias a:
- La historia tiene peso. Dos bandoleros de renombre, la aventura de vivir al otro lado de la ley el siglo pasado…
- El casting. Paul Newman y Robert Redford son alguien en la historia del cine. De Katherine Ross no diré nada por temor a las represalias de mi mujer.
- El director. Roy Hill utiliza recursos realmente sorprendentes. Lo son hoy, y debían serlo mucho más en 1969.
- La banda sonora. Se llevó un Oscar (también el guión fue premiado). El trabajo de Bacharach es realmente bueno.
Por mantener un mínimo de coherencia con la crítica anterior, no debería sernos tan fácil la identificación con dos tipos que se dedicaron a robar bancos y a matar gente. Scorsese y Coppola lo bordaron con la mafia, y Roy Hill hizo lo propio con Newman y Redford. No ocurre lo mismo con “El golpe”, que reunió al mismo equipo de director y actores, porque hablamos de delitos de guante blanco. Es como si alguien hace en el futuro una película del Solitario, el atracador de bancos que fue detenido hace poco en Portugal, y nos muestra su lado humano. Seguro que lo tiene, pero no me da ninguna pena que pase el resto de su vida entre rejas. En cambio, me encantaría cenar con Sundance Kid y Butch Cassidy, junto al fuego, en algún escondite del Oeste americano. Cosas del cine.

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